Convertirnos en mamás supuso para nosotras adentrarnos en un mundo nuevo. Nos sumergimos en un mar hasta entonces desconocido. Descubrimos tesoros escondidos que había que rescatar y que nos permitían contemplar el milagro de la vida con ojos nuevos. El nacimiento de nuestros hijos supuso nuestro nacimiento como madres y el comienzo de una nueva etapa como mujeres que nos permitía seguir creciendo como personas, cada vez un poquito más conscientes y libres.
Fue nuestra maternidad la que en un primer instante nos unió. Las crisis, los miedos y las dificultades en la crianza eran más llevaderas cuando nos alumbrábamos las unas a las otras. Y nos dimos cuenta de la veracidad de ese proverbio africano que cuenta que “para educar a un hijo hace falta la tribu entera”. La maternidad fue también una puerta por donde se abrió un nuevo camino hacía una feminidad más auténtica y consciente. Un camino hacía la autorrealización, el re-descubrimiento de nuestro ciclo menstrual y nuestra sexualidad femenina.
Con nuestros hij@s, nuestra vida, nuestra visión, nuestro sentir cogió un nuevo rumbo y empezamos un camino nuevo, sin retorno, que nos lleva hoy a vivir más conscientemente el ahora e intentar, cada día, “vivir el momento presente colmándolo de amor”.
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