En el mes de octubre se celebra el día internacional de la muerte gestacional, perinatal e infantil. Con el deseo de conmemorar la existencia de los hijos que ya no están entre nosotros queremos rescatar y compartir este texto y así honrar la memoria de nuestro pequeño Daniel y de todos los niños que como él, tuvieron una corta vida aquí en la tierra, pero no por ello, menos llena de valor y de sentido.
"No hay palabras en el diccionario para poder expresar como viven unos padres la muerte de un hij@. No importan las semanas de gestación, las horas de vida o los años. Cuando muere un hijo una parte de ti mism@ muere también con él. La angustia y la desolación penetran como un huracán en lo más profundo de tu alma y te dejan un vacío, tan grande, que no te imaginas nunca que podrás volver a llenarlo.
Cuando muere un hijo tus murallas se derrumban y de repente te sientes con el alma rota y desnuda. Tu brújula pierde el norte y tienes que buscar de nuevo un asidero, nuevas claves para poder seguir navegando. Cuando muere un hijo tienes que encontrar nuevas razones para seguir viviendo. El sentido de tu vida queda maltrecho.
Cuando muere un hijo todo se hace relativo y pocas, muy pocas cosas, siguen siendo esenciales. Cuando muere un hijo tienes que aprender a vivir en el AHORA. Contemplas la VIDA de manera nueva y aprendes a celebrar el milagro de la vida mezclado asombrosamente con la magia de lo cotidiano.
Cuando muere un hijo tienes que apostar de nuevo por la vida y decidir volver a ser feliz. Cuando muere un hijo puedes volver a nacer y llenar, poco a poco, tu vacío de savia nueva y de AMOR abundante. Puedes crear y recrear tu vida de mil maneras diferentes.
Cuando muere un hijo descubres que es mucho más grande e importante lo que todavía no podemos ver. Descubres que lo transcendente tiene pleno valor y pleno sentido.
Cuando muere un hijo, descubres una nueva dimensión de la maternidad: la MATERNIDAD ESPIRITUAL. Nos convertimos en padres y madres capaces de contemplar, en la noche, al sol reflejado en la luna."
Cuando muere un hijo tus murallas se derrumban y de repente te sientes con el alma rota y desnuda. Tu brújula pierde el norte y tienes que buscar de nuevo un asidero, nuevas claves para poder seguir navegando. Cuando muere un hijo tienes que encontrar nuevas razones para seguir viviendo. El sentido de tu vida queda maltrecho.
Cuando muere un hijo todo se hace relativo y pocas, muy pocas cosas, siguen siendo esenciales. Cuando muere un hijo tienes que aprender a vivir en el AHORA. Contemplas la VIDA de manera nueva y aprendes a celebrar el milagro de la vida mezclado asombrosamente con la magia de lo cotidiano.
Cuando muere un hijo tienes que apostar de nuevo por la vida y decidir volver a ser feliz. Cuando muere un hijo puedes volver a nacer y llenar, poco a poco, tu vacío de savia nueva y de AMOR abundante. Puedes crear y recrear tu vida de mil maneras diferentes.
Cuando muere un hijo descubres que es mucho más grande e importante lo que todavía no podemos ver. Descubres que lo transcendente tiene pleno valor y pleno sentido.
Cuando muere un hijo, descubres una nueva dimensión de la maternidad: la MATERNIDAD ESPIRITUAL. Nos convertimos en padres y madres capaces de contemplar, en la noche, al sol reflejado en la luna."
Carmen Martín
18/3/2014
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